lunes, 21 de diciembre de 2009

EL BOMBARDERO DE LA NOVELA- estamos en el aire...



BOMBARDERO


Por: Javier Ágreda.

Desde mucho antes de su publicación, la novela Bombardero ya era una de las más comentadas, elogiada o discutida, de la literatura peruana más reciente. Eso a partir de los fragmentos que se difundieron en varias revistas literarias, entre ellas la prestigiosa Hueso Húmero, y las entrevistas que tras ella dio su autor, el periodista y poeta César Gutiérrez (Arequipa, 1966). Tras fallidas negociaciones con importantes editoriales peruanas, esta extensa y ambiciosa novela por fin está en circulación, en una excelente edición financiada por el propio autor.Cada uno de los 11 capítulos de Bombardero nos lleva a una ciudad donde se ha realizado un bombardeo o atentado terrorista: Berlín, Hiroshima, Bagdad, Nueva York (el 11S), Madrid (el 11M), etc. En todas está presente el narrador y protagonista, un periodista arequipeño, que en lugar de las tradicionales crónicas de guerra escribe textos (el cuerpo de la novela) de carácter más poético que narrativo, interminables párrafos sin ningún signo de puntuación, en que las imágenes bélicas desencadenan asociaciones de todo tipo, con abundantes citas y parodias de textos literarios, letras de canciones, diálogos de películas, catálogos, etc.Estamos, pues, ante una novela vanguardista y posmoderna que opta por la desmesura y la transgresión literaria. No hay trama narrativa, y además del protagonista solo hay otro personaje, Rachel, al parecer la replicante de la película Blade runner. Pero los temas son evidentes: la capacidad de destrucción alcanzada por el hombre, la transformación de la violencia en un espectáculo masivo, el cuestionamiento de la cultura contemporánea. El referente literario inevitable es La colisión (1999), el poemario de más de mil páginas que Pablo Guevara escribió a partir de la tragedia del Titanic.Pero mientras que en los poemas de Guevara se unían lo épico, la erudición libresca y lo metaliterario, en la novela de Gutiérrez predominan la ironía y el humor, los juegos de palabras (no siempre logrados), lo lúdico (diagramación, tipografía) y la trivialidad propia de la cultura pop: televisión, internet, publicidad. Junto a los desgarradores testimonios de la guerra encontramos páginas completas dedicadas a glosar canciones (Abba, Soda Stereo, Bowie) o a enumerar grupos de rock o actrices porno. Demasiado lastre para este Bombardero que, sin desmedro de su originalidad e importancia, no llega a tener el vuelo literario esperado.

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