jueves, 28 de abril de 2011

Muere el escritor peruano Carlos Eduardo Zavaleta

El autor era miembro de la prestigiosa "Generación del 50", y destacó especialmente como cuentista.



El escritor Carlos Eduardo Zaveleta, considerado uno de los principales exponentes de la literatura peruana en el Siglo XX, falleció el martes en Lima, a los 83 años, confirmaron hoy sus familiares.

Zavaleta falleció por causas naturales pese a que hasta hace poco se le veía en buenas condiciones. Incluso hace menos de un mes tuvo a su cargo el discurso en el homenaje que la universidad San Marcos, la decana de América, le rindió al Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa.

El escritor, miembro de la prestigiosa "Generación del 50", destacó especialmente como cuentista. Sus relatos breves están contenidos en títulos como El Cristo Villenas, Vestido de luto, Muchas caras del amor, Niebla cerrada y la antología El fuego y la rutina.

También fue autor de novelas cortas como El cínico, Los Íngar y Los aprendices. En su producción hay muchas reminiscencias del mundo rural, en el que pasó gran parte de sus primeros años después de que naciera en el poblado andino de Caraz.

El trabajo de Zavaleta fue además muy importante como docente y crítico y se le considera como quien con más empeño introdujo en el Perú las obras del irlandés James Joyce y el estadounidense William Faulkner, a quienes dedicó sus principales estudios.

Vargas Llosa, por ejemplo, le agradeció públicamente siempre el haberlo acercado a esos autores en su juventud. "A él le debo, sin dudas, haberlos descubierto", escribió.

Asimismo, Zavaleta incursionó en la diplomacia y representó a su país en las embajadas de La Paz, Ciudad de México, Madrid y Londres.

El deceso del escritor causó impacto en el mundo intelectual peruano.

lunes, 25 de abril de 2011

Palacio de GOBIERNO. 2da Feria del LIBRO



DEL 25 DE ABRIL AL 1 DE MAYO

Presentación de libro: La soñadora...y tres cuentos peregrinos más de Roque Garcia
Organiza: Bisagra-Editores (Huancayo)
Hora: 4:00 p.m.
Ingreso libre
Lugar: Sala Túpac Amaru de Palacio de Gobierno

domingo, 24 de abril de 2011

Presentación de "La soñadora y tres cuentos peregrinos más" en Palacio de Gobierno



BISAGRA EDITORES, invita a la presentación del libro de cuentos "La soñadora y tres cuentos peregrinos más" en el marco de la 2da Feria del Libro de Palacio de Gobierno

"La soñadora..." es el volumen No 2 de nuestro catálogo: BONUS TRACK...alternativos.

Lugar: Salón Túpac Amaru de Palacio de Gobierno.

Fecha: Domingo 1 de mayo.

Hora: 4:00 pm.

Participan: Roque García Ninasqui, Ulises Gutiérrez, Jorge Salcedo, Juan Carlos Romero.

Estos relatos, evidencian al narrador nato, autodidacta y gran conversador que es Roque García. Con un tono festivo, irónico a veces, nos revela la sabiduría popular, de la cual es depositario y testigo de excepción por haber compartido con varios de los personajes que ahora se inmortalizan bajo el ropaje de la ficción. (Consuelo Arriola Jorge)

Antonio Cisneros publica "Diario de un Naufragio"

Antonio Cisneros, jurado del PREMIO FELIZH DE POESÍA 2011 auspiciado por BISAGRA EDITORES, publica en Chile "Diarios de un naufragio".



Meses después de obtener el Premio Pablo Neruda de poesía, Antonio Cisneros publica una edición de lujo con la editorial LOM, en Santiago de Chile. Esta edición compila lo mejor de la poesía de Cisneros en un solo volumen.

"La poesía es lalucha contra el lugar común" dice Cisneros. "Eso es lo que hace que aquel que escucha o lee poesía diga: ah caramba, yo quería decir eso,pero no sabía cómo. En ese "como" está la poesía.

miércoles, 20 de abril de 2011

Vargas Llosa: “Al director de la Biblioteca le diría que hay que aceptar el disenso”

Vargas Llosa en la FERIA DEL LIBRO DE ARGENTINA. Habla de todo: de la libertad de las ideas psicoanálisis, de la presidenta Argentina.



POR Daniel Ulanovsky Sack

Usted habla de debate. Después del intento de vetar su participación en la Feria del Libro, ¿no le tienta invitar al director de la Biblioteca Nacional, Horacio González a tomar un café para discutir posiciones? No, no me tiene ningún cariño, estoy seguro de que no me aceptaría semejante invitación. (Ríe) Si no me quiere ver parado en una tribuna, menos en una mesa de café sentado a su lado.

Pero si llegara a aceptar, ¿qué le comentaría? Que estoy siempre a favor de conversar, de conocer, y que por eso me sorprendió tanto que colegas argentinos quisieran vetarme en un acto eminentemente literario. Eso. Al director de la Biblioteca Nacional le diría que los intelectuales tienen que estar abiertos al disenso. Su posición revela una intolerancia que creo lamentable, lo menos que se le puede pedir es respetar el principio de la diversidad, del diálogo entre opciones diferentes porque si no, ¿a qué llegamos? A un soliloquio monocorde y eso no puede considerarse cultura. Me pone incómodo hablar en medio de este entredicho, pero me comprometí a hacerlo y lo haré. A nadie le gusta sentir que no es un invitado aceptable para todos los comensales en una fiesta: en ese lugar me han puesto.

Acerca de la presidenta Cristina de Kirchner, usted le ha dicho muchas cosas… (interrumpe) Hombre, preferiría no tocar ese tema ahora. Sería imprudente, inelegante. Me acaba de defender frente a los intelectuales kirchneristas. Debería estarle agradecido, ¿no? Cierto, ¿pero por qué la ha acusado entonces de demagógica? Mire, las políticas que ha implementado no me parecen las ideales ni para la Argentina ni para ningún país.

Percibo su incomodidad. Pero si usted cree que hay algo para criticar, ¿no vale la pena hacerlo aquí mismo? No quiero dar la impresión de que vengo a la Argentina a criticar a la Presidenta. Sería falso, de mal gusto. Pero sí hablo con mucha libertad, cuando corresponde, sobre lo que ocurre aquí porque es mi derecho. Sin embargo, respeto las formas –seguramente porque soy escritor y sé de su importancia en una trama– y le aseguro que no me anima ninguna lógica de provocación.

Dos años atrás, usted decía que la Argentina era un país incurable. ¿Qué dice su termómetro hoy? ¿Indescifrable no dije? No.

Bueno... El caso de la Argentina es muy trágico. Cuando tres cuartas partes de Europa penaban por sobrevivir, la Argentina era desarrollada. No había casi analfabetismo, existían instituciones, grandes pensadores democráticos, liberales. Eso debería haber permitido construir un país similar a Suiza, a Suecia. ¿Qué pasó con la Argentina, entonces? En un momento dado hubo políticas erradas y una perseverancia en ese error que les ha llevado a tener problemas insospechados. Pero mi pensamiento se expresa desde una solidaridad, desde una admiración a un país que alcanzó un momento extraordinario.

¿Será que ese desarrollo había dejado a mucha gente –los que no descendían de los barcos, principalmente–, sin carta de ciudadanía? Hasta en los países más avanzados hay sectores que no disfrutan de la prosperidad general. Pero aquí el conjunto alcanzó unos niveles tales que no había una razón para que se destruyera esa situación, a menos que pensemos en políticas públicas y en tomas de decisión de dudoso rumbo que pusieron a la Argentina en una crisis de la cual aún no ha terminado de salir.

Usted sabe que una novela –y no por militante sino por reflejar lo no dicho, lo morboso de nuestras sociedades– roe huesos. ¿Por qué, entonces, la idea de una literatura que logra jaquear el poder y el sentido común parece estar en crisis? De eso tratará mi próximo libro “La civilización del espectáculo”, del nuevo sesgo de la cultura como entretenimiento, como diversión y ya no como problemática. Durante muchísimo tiempo consideramos el debate cultural como una forma de conocimiento y de sensibilidad que enriquecía nuestra experiencia del mundo, de las relaciones. Eso ha cambiado, tanto en los países desarrollados como en los que no son. Lo que ahora se llama cultura es una práctica que tiende a librarnos de preocupaciones, que nos hace vivir una especie de ficción o de juego en vez de provocarnos y de abrir nuevas ventanas.

¿Cambia el rol del intelectual en esta nueva noción de cultura? Enfrentamos algo más grave aún: los intelectuales desaparecen. La idea de un discurso crítico que le permita a la sociedad repensarse suena extraño e indeseable. El intelectual que surge es, cada vez con mayor fuerza, alguien que no genera problemas, que no ofrece orientaciones, que no pone nada en duda. Por eso los nuevos escritores muestran cierto desprecio por ese rol que planteaba incomodidades e intentaba esbozar respuestas. La misma idea de escribir para producir un cambio provoca risas: esta es la manifestación más seria de la sociedad del espectáculo.

Le confieso algo. Cuando leí su autobiografía, “El pez en el agua”, pensé que a usted, para ser un intelectual de ley, le faltaba pasar por el diván, algo que nunca quiso. Pregunto: ¿para interpretar no hay que interpretarse? ¡No! Nunca me psicoanalizaría.

¿Le tiene temor? Un escritor vive de sus neurosis, entre otras cosas. Creo que el psicoanálisis es un juego intelectual que se parece a la literatura, no lo veo como una ciencia. Sin embargo, me fascina leer los casos que escribió Freud, pero pensándolos como construcciones imaginarias, equivalentes a las mejores ficciones. Como decía Karl Popper parece difícil validar las doctrinas que se muerden la cola, aquellas, como el psicoanálisis, en la que no hay forma de comprobar si lo que se dice es cierto o no.

La verdad: ¿nunca se tentó por analizar si se enamoró primero de su tía y luego de su prima –y actual esposa– sólo por azar? (carcajada) Nooo. Yo estoy muy contento con mis neurosis, las resuelvo escribiendo mis novelas, leyendo. Creo que hay que cultivarlas como uno lo hace con su jardín, al menos si se es escritor. Además he conocido a muchos psicoanalizados que han perdido todo el interés que tenían antes de iniciar ese camino. Las neurosis no son siempre perjudiciales.

Los lectores de los grandes escritores de América latina estamos intrigados desde hace años. Ahora que ya es Nobel, no le gustaría hacer un acto de sinceramiento y contar qué lo llevó a darle un puñetazo...

No hablo de ese tema.

…a su entonces amigo Gabriel García Márquez, aquel 12 de febrero de 1976.

No hablo de ese tema.

jueves, 14 de abril de 2011

Dickens, Balzac, Dostoievski

“La aspiración a ser escritor anida en el interior de más personas de las que uno sospecharía”, escribe Luis Chitarroni en esta columna para comenzar a preguntarse para qué ser escritor en una sociedad como la contemporánea. Para ensayar alguna respuesta aborda los perfiles de estos tres autores.




POR Luis Chitarroni - Editor, escritor y ensayista. Autor de “Siluetas”

El cine y los juegos de Play son más dinámicos y entretenidos. Para contar una historia hay métodos, programas y recursos más eficaces, visuales y gráficos. Si una historia se resigna a ser una especie de sucesión esquemática de la que extraemos informaciones fácticas y emotivas, la literatura ha perdido especificidad y motivo. Pompa y circunstancia. Puesta en jaque desde hace años, la idea de cultura parece hoy rendirse a los pies de una más elemental: la de educación. ¿Tiene sentido leer, recordar tramas, urdir otras, dar ejemplos extraídos de la tradición clásica o la cultura popular? Hasta la letanía de “la pérdida de valores” ha adquirido una especie de cinismo involuntario cuando uno advierte que son los cultos que se quejan de “la caja boba” o de los reality shows los menos dispuestos a canjear el tiempo ganado por el ejercicio de leer un libro.

Sin embargo, la aspiración a ser escritor anida en el interior de más personas de las que uno sospecharía. En cuanto al insignificante testimonio personal, noté en muchos individuos (en quienes la lectura de novelas dista de ser una pasión), un último, acorralado deseo de escribirlas. Me conmueve a veces esa especie de añoranza no despojada de envidia que obliga a decir: “Usted sí hace lo que quiere”. Qué difícil es confesar la verdad. En el recuento final, el que le proporciona a la libertad esa magnitud suplementaria y casi extranjera, creo que no se equivocan. Me gustaría explicar por qué para que aumentara egoístamente el deseo de leer novelas, no el de escribirlas. Sin embargo, los más jóvenes enseñan que es necesario disuadir cualquier vocación pedagógica para intentar tener éxito.

Creo que el ideal del escritor que uno lleva en la cabeza no coincide con los escritores de hoy. Nadie piensa en Paul Auster, sólo los escribas hacendosos (o, mejor dicho, quienes tergiversan el anhelo de los escritores y quieren sólo éxito editorial). El ideal del escritor que dice lo que quiere debe nacer para nosotros, modernos y contemporáneos mal avenidos, con Voltaire, como tantas otras cosas. Ahora bien, el valor del novelista tiene tres tipos definidos del siglo diecinueve, por suerte de nacionalidades distintas: Charles Dickens, Honoré de Balzac, Fiodor Dostoievski.

El primero establece el alto grado de curiosidad social, el volumen satisfactorio de rasgos y características, el rango completo de variedades. Los personajes dan cabida y representación a todo tipo de intereses; una emblemática personal, a su manera alegórica, de las virtudes y los vicios confirma y contagia el contorno rígido, no caricatural, de los personajes. Con un riesgo: la trama y la composición queden reducidas a elenco. En competencia ventajosa con el Quijote y las novelas del vecino Arthur Schnitzler, David Copperfield era una de las favoritas de Freud, de Kafka también, y hasta del mismo Dostoievski. Chesterton, que entendió su estentóreo evangelismo popular, no detectó lo que D.H. Lawrence en el novelista estadounidense Fenimore Cooper: el ácido fórmico de la democracia que corroe el espíritu del individuo.

En Balzac, la empresa novelesca adquiere un temperamento profesional menos inocente: la comedia humana adquiere una deliberación afanosa. Curiosamente, en La piel de zapa o en cualquiera de las novelas más conocidas, no digamos Los Chuanes (que tanto inspiró a Zweig), se encuentra la conciencia espesa de portar el ingrediente sublingual de la tradición. Con un fanatismo del todo ajeno a su efusiva sed cafeínica y a su velocidad caligráfica, Balzac sabe y da a entender que pertenece a la fila india de la eternidad literaria. Es difícil encontrar en otro escritor decimonónico tantas claves distintas de lectura sin que se convierta en un plomo o, como ocurre con Peackock, en una curiosidad. Barthes intenta disecar Sarrazine en S/Z y obtiene una constelación tan desorbitada de signos que alcanza para reducir a experimento o a singularidad su propósito.

Finalmente, Dostoievski ajusta más que los otros dos la personalidad al personaje. En este caso, el arrojo llega a extremos dramáticos de difícil equiparación, y el lector queda condenado a admirar genio y patología mientras el universo se desplaza con lentitud conmovedora para adecuarse. La valoración del autor de Crimen y castigo, Dostoievski, observa Steiner en Tolstoi o Dostoievski , procede de una justificación romántica tardía: toda obra debería provenir de una deuda de amor. Y el aserto encuentra hegemonía internacional, no siempre tan afín e inmediata, como una flecha de Cupido.

La misión del escritor en estos tiempos corre el albur de parecer heroica o banal. Por suerte, participa en las dos categorías de manera tan elegante que a menudo resultan indiscernibles. “Con todo lo que está pasando, yo que usted no escribiría”, me advirtió alguien que me vio haciéndolo en un lugar público. Cómo se dio cuenta de que la realidad no era mi asunto es uno de esos refinados misterios que la novela policial ignora.

Elogio a la densidad literaria

EL ESCRITOR ARGENTINO FUE UNA DE LAS GRANDES FIGURAS QUE ABRIERON AYER EL FESTIVAL EÑE. AUTOR REFLEXIONA SOBRE LA ACTUAL CULTURA DEL ENTRETENIMIENTO

POR: ENRIQUE PLANAS



Autor de celebradas novelas como “Wasabi” o “El pasado”, el escritor argentino Alan Pauls formó parte del primer pelotón de escritores que inauguró ayer el Festival Eñe. Su participación, en la Biblioteca Nacional, fue a través de la conferencia titulada “Elogio del acento”, en la que Pauls hizo una audaz defensa del mal uso del idioma, de la mala pronunciación y las expresiones mal dichas según los acentos que matizan el idioma castellano, lo que generan expresiones en verdad poéticas.

Si hay un aspecto que algunos critican en tus libros es su ‘densidad’. ¿Qué está sucediendo para que ‘denso’ descalifique a una novela?
Hace muchos años que la liviandad es un valor hegemónico. La profecía de Ítalo Calvino en sus propuestas para el nuevo milenio, que señalaban la liviandad como una fuerza cultural importante, se cumplió en el peor de los sentidos. Creo que lo problemático en términos artísticos tiene muy mala prensa, al revés de lo que pasaba en los sesenta y setenta. Yo creo que arte y problema siempre van juntos. Pero es algo muy resistido.

¿Crees que el problema de la frivolización cultural se ha vuelto hoy especialmente agudo?
El entretenimiento es el nicho que se va apoderando de todo lo que antes llamábamos, con cierta certeza, arte. Y el entretenimiento no se lleva bien con el problema. Si hay un problema, el entretenimiento se interrumpe, pues la gente necesita moverse, buscar una nueva perspectiva. Quedarte quieto es un requisito que pide el entretenimiento para sus productos. En cuanto a mi trabajo, se dice que mis novelas se presentan a sí mismas como objetos artísticos literarios, artificios, artefactos, que no transparentan nada de manera directa. Exigen que uno se meta en laberintos donde los caminos no son obvios. Todo eso es para mí la quintaesencia del trabajo artístico en general.

Apunté una frase tuya: “Si tengo una anécdota, se la cuento a mi primo, pero no escribo una novela con ella”. ¿El lector promedio aún disiente si un escritor busca algo más que contar una historia?
No sé muy bien qué es el lector promedio. Es una categoría a la que me resisto. Prefiero pensar en lectores plurales y singulares. Hay una frase muy famosa que dice: “Yo solo quiero contar una historia”, que escucho mucho en boca de escritores (más que en los lectores) para oponerse a los autores ‘densos’, que creen que la literatura es más que contar historias. Es una militancia de escritor, una frase que se pronuncia con un sentido beligerante. Por otro lado, esa frase no cierra la discusión, más bien la abre: podríamos discutir largamente en qué consiste contar una historia.

El ‘boom’ fue el gran laboratorio del estilo y la técnica, pero se avanzó poco en términos conceptuales.
En rigor, la tradición conceptual tiene una historia en América Latina, de algún modo reprimida por el éxito del ‘boom’. Si uno piensa en la obra de Severo Sarduy, allí hay una pulsión conceptual muy fuerte, muy ligada a las artes plásticas y al grafismo. Uno podría hacer una especie de genealogía entre Sarduy y Mario Bellatin, por ejemplo. De lo que se trata es poner la literatura en contacto con otras cosas. Salir de un cierto encierro, del autismo literario. Lo que hizo el ‘boom’ fue profesionalizar al escritor latinoamericano. Darle una identidad digna y autorizada. Pero toda institucionalización implica un gran riesgo artístico: todo se vuelve un aparato, un asunto de fórmulas. Siempre es interesante para un escritor pensar la literatura y su exterior.

domingo, 10 de abril de 2011

Iván Thays comenta "The Cure en Huancayo" de Ulises Gutiérrez. VOL No3 de nuestro catálogo de narrativa.



Invitados al Festival Ñ América

NACIONALES:

OSWALDO REYNOSO (Arequipa,1931)



ALONSO CUETO (Lima, 1954)



Edgardo Rivera Martínez (Jauja, Perú, 1933


Rocío Silva Santiesteban (Lima, 1963)

Oswaldo Reynoso: Letras de la Urbe

Hace cincuenta años apareció la novela de Oswaldo Reynoso “Los inocentes”. Ahora una exposición rinde homenaje a esta obra pionera de la narrativa urbana en el Perú.



Por: Antonio Muñoz Monge

Al terminar de escribir su novela “Los inocentes”, Oswaldo Reynoso firmó y puso como referencia el lugar y la fecha: Chosica, junio–octubre 1960. Es en ese lapso que terminó de escribir la versión final de la historia que venía rumiando y contando entre amigos desde hacía tiempo, mientras se tomaba unas cervezas. En 1961, la editorial La Rama Florida del poeta Javier Sologuren publica “Los inocentes” en la colección Narradores Peruanos, dirigida por el poeta Washington Delgado.

La crítica adversa no se deja esperar; la novela es tildada de procaz, obscena, vulgar e insolente. Pero el 1 de octubre de 1961, a pocas semanas de su publicación, el escritor José María Arguedas escribe en este suplemento el artículo “Un narrador para un mundo nuevo”, donde anota: “Mientras leía los originales de los cuentos de Oswaldo Reynoso creí comprender, con júbilo sin límites, que esta Lima en que se encuentran, se mezclan, luchan y fermentan todas las fuerzas de la tradición y de las indetenibles fuerzas que impulsan la marcha del Perú actual, había encontrado a uno de sus intérpretes”.

Nacen los inocentes

“Esa es la primera impresión que asombra al adolescente venido de provincia a Lima”, Oswaldo Reynoso extiende los brazos y mira la calle: “Sí, las avenidas, la cantidad de gente que camina, los edificios, las luces de los avisos comerciales, las vitrinas, el tráfico causan un gran impacto. Yo llego a esta Lima a los veinte, veintiún años, y vivo en Breña, en la calle Recuay, a un paso de Alfonso Ugarte. De esas calles y esquinas nacen los protagonistas de ‘Los Inocentes’”.

La muestra

Como un homenaje por los 50 años del libro, en el Centro Cultural de España se exhibe la muestra “El tesoro de la juventud”, bajo la curaduría de Enrique Planas.

Los personajes siempre jóvenes de Reynoso inspiran a los artistas a celebrar una novela que es también un canto a la ciudad. Los personajes siguen siendo tan auténticos como en la ficción: nos seducen bajo los portales de la plaza San Martín, en las esquinas sucias del centro o incluso más lejos, en los rincones madrileños, donde los retrata Carmela García. “Los inocentes” es más que un libro fundador de nuestra narrativa urbana, es un retrato de la adolescencia exaltada, cuya apuesta estética todavía nos sacude

Piglia y sus consejos para leer y escribir

Piglia nos enseña por qué una historia es novela y otra, cuento. Y un dato sobre cómo iniciar un relato.



Piglia dice: “La primera cuestión es si uno sabe, cuando tiene una historia, si va a ser un cuento o no. Habría una primera distinción de ciertas historias con duración limitada y otras que tienden a promover algo más parecido a una novela”. ¿Qué los diferencia?

“Quizás los cuentos están más conectados con las anécdotas y las novelas con los personajes . Por ejemplo, uno quiere contar un hijo que recibe un telegrama diciendo que su padre se ha suicidado y tiene que viajar a Mar del Plata; puede ser cualquiera el personaje que realiza esa acción. Mientras que habitualmente las novelas empiezan con personajes y luego se va definiendo la intriga.” Bien, entonces, ¿cuento o novela? “Mientras la ilusión mía con las novelas es que todas sean distintas, los primeros cuentos que he escrito en los años 60 y los que estoy escribiendo ahora son muy parecidos. Formalmente, quiero decir. Como si el cuento no fuera un espacio de experimentación como es la novela. Hay que pensar por qué pasa eso.”

“En broma, hace años repito que hay dos maneras de narrar: o uno cuenta un viaje o uno cuenta una investigación. Pero si uno cuenta un viaje, si uno empieza una novela con alguien que está por tomar un tren, algo de narración se va a encontrar. Cuenta que se va, después la razón por la que se va, se pelea, lo echaron, y el tipo sube y se encuentra con alguien: ‘¿Y usted dónde va?’ Y empieza a contar la historia del tren. Si no saben cómo empezar una novela empiecen así”.

miércoles, 6 de abril de 2011

ENTREVISTA- BISAGRA EDITORES

Un nuevo género: las novelas de laboratorio

Científicos, teorías y fórmulas marcan la consolidación de un nuevo género narrativo llamado "Lab lit".





Como en toda demarcación arbitraria, los límites sacan chispazos. Los defensores de la “lab lit”, por ejemplo, incluyen entre sus huestes a Crímenes imperceptibles de Guillermo Martínez (en donde se mezclan matemática y asesinatos), La radio de Darwin de Greg Bear (sobre retrovirus y evolución humana) y algunos –no todos– también mencionan a El arco iris de gravedad de Thomas Pynchon. Eso sí: nadie sabe muy bien si meter o no en esta categoría best-séllers como Cryptonomicon de Neal Stephenson sobre criptografía, la Trilogía de las Revoluciones del escritor irlandés John Banville ( Kepler, una novela –1981–, The Newton Letter: An Interlude –1982– y Doctor Copernicus –1984–) o La tabla periódica (considerado por la Royal Institution de Inglaterra el mejor libro de divulgación científica de la historia), una colección de historias donde el italiano Primo Levi a veces ficcionaliza y a veces cuenta en clave química sus experiencias en un campo de concentración nazi. O Nunca me abandones (2005) una especie de distopía de Kazuo Ishiguro sobre chicos clonados y criados como donantes de órganos, historia recientemente llevada al cine.

lunes, 4 de abril de 2011

Némesis: la última novela de Philip Roth

Llega su último libro, en el que retoma el tema del destino.



El primer caso de polio de aquel verano se produjo a comienzos de junio, poco después del Día de los Caídos, en un barrio italiano pobre que estaba en el otro extremo de la población donde nosotros vivíamos. En el ángulo sudoeste de la ciudad, en el barrio judío de Weequahic, apenas nos enteramos, como tampoco oímos hablar de la siguiente serie de casos desperdigados por casi todos los barrios de Newark excepto el nuestro. Hubo que esperar a la festividad del Cuatro de Julio, cuando ya se habían registrado cuarenta casos en la ciudad, para que en la primera plana del periódico vespertino apareciera una noticia titulada “Las autoridades sanitarias alertan a los padres sobre la polio”, donde se citaba al doctor William Kittell, inspector del Consejo de Sanidad, quien había prevenido a los padres para que observaran detenidamente a sus hijos y, en caso de que un niño mostrara síntomas como dolor de cabeza, garganta irritada, náuseas, rigidez de cuello, dolor en las articulaciones o fiebre se pusieran en contacto con el médico. Aunque el doctor Kittell reconocía que cuarenta casos de polio eran más del doble de los que solían producirse al comienzo de la temporada, quería dejar claro que aquella ciudad de 429.000 habitantes en modo alguno sufría lo que podría considerarse una epidemia de poliomielitis. Aquel verano, como todos, había motivos de preocupación, y era necesario adoptar las medidas higiénicas apropiadas, pero aún no había razones para que cundiera la alarma que, veintiocho años atrás, habían mostrado los padres durante el brote más largo de la enfermedad jamás producido: la epidemia de polio de 1916 en el nordeste de Estados Unidos, cuando se habían dado más de 27.000 casos y 6.000 fallecimientos. En Newark había habido 1.360 casos y 363 muertes. Ahora bien, incluso en un año en que el número de casos era el habitual, cuando los riesgos de contraerla eran mucho menores que en 1916, la polio, una enfermedad paralizante que dejaba al niño permanentemente impedido y deforme o incapaz de respirar fuera de un recipiente metálico cilíndrico –un respirador artificial llamado “pulmón de acero”–, o que podía conducir desde la parálisis de los músculos respiratorios hasta la muerte, causaba a los padres de nuestro barrio una considerable aprensión y alteraba la tranquilidad de los niños que gozaban de vacaciones veraniegas y podían pasarse el día, hasta bien entrado el largo crepúsculo, jugando al aire libre. La preocupación por las funestas consecuencias de enfermar gravemente de polio se acrecentaba al no existir ningún medicamento que tratara la enfermedad, y ninguna vacuna que proporcionara inmunidad. La polio, o parálisis infantil –como la llamaban cuando se creía que la enfermedad infectaba sobre todo a niños de corta edad–, podía atacar a cualquiera y sininguna razón aparente. Aunque quienes la padecían eran generalmente niños o adolescentes hasta los dieciséis años, también los adultos podían resultar gravemente infectados, como le había ocurrido al entonces presidente de Estados Unidos.

Franklin Delano Roosevelt, la víctima más famosa de la polio, contrajo la enfermedad cuando era un vigoroso hombre de treinta y nueve años; a partir de entonces tuvieron que sostenerle para que pudiera caminar y, aun así, debía llevar unas pesadas abrazaderas de acero y cuero desde las caderas hasta los pies sin las que no hubiera podido mantenerse erguido. La institución benéfica que Roosevelt fundó cuando estaba en la Casa Blanca, la March of Dimes, obtenía dinero para la investigación y la ayuda económica a las familias de los afectados, pues, aunque era posible una recuperación parcial o incluso total, con frecuencia esto solo ocurría al cabo de meses o años de costosa terapia y de rehabilitación en el hospital. Durante la recogida anual de fondos, los jóvenes norteamericanos donaban sus monedas de diez centavos a la escuela para ayudar a la lucha contra la enfermedad e introducían el dinero en las huchas que pasaban los acomodadores en los cines, y tanto en las paredes de tiendas y oficinas como en los pasillos de las escuelas del país entero aparecieron carteles con las frases «¡También tú puedes ayudar!» y «¡Ayuda a combatir la polio!» bajo imágenes de niños en silla de ruedas, una guapa chiquilla con abrazaderas en las piernas que se chupaba el pulgar o un niño acicalado con abrazaderas en las piernas, que sonreía heroicamente lleno de esperanza … Aquellos carteles hacían que la posibilidad de contraer la enfermedad les pareciera incluso más terriblemente real a unos niños por lo demás sanos.

Los veranos eran húmedos en Newark, una ciudad que se halla al nivel del mar, y como estaba parcialmente rodeada de extensas marismas –un gran foco de malaria, que en aquel entonces también era una enfermedad incontenible–, había nubes de mosquitos que era preciso liquidar con el matamoscas o con la palma de la mano cada vez que, por la noche, colocábamos sillas de playa en los callejones y en los senderos de acceso a las viviendas y nos sentábamos para ponernos a salvo del tórrido calor (...).

Se presentó en Buenos Aires la nueva Ortografía de la lengua española

A 11 años de la aparición de la última edición, esta nueva Ortografía esta marcado por el rigor académico y criterios panhispánicos.



El jueves pasado por la mañana —el último día del mes de marzo—en la sede la Academia de Letras Argentina se celebró la edición de la nueva edición de la Ortografía de la lengua española de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Hay varios cambios significativos y dignos de celebrar de esta Ortografía en comparación con la última, publicada en 1999.

Vargas Llosa: Feria del Libro de Argentina.

El envión del Nobel, más el impacto de la discusión con los K, hicieron subir las ventas de sus libros.



La entrega del premio Nobel a un autor en español es una fija: triplica las ventas apenas el ganador aterriza en Suecia. Pero también hay momentos políticos que hacen temblar las estanterías. La censura de los gobiernos militares, la prohibición de un título, la persecución de un escritor logran el efecto inverso al buscado por las topadoras: que los libros se conviertan en objeto de necesidad y deseo.

Hace un mes, cuando intelectuales oficialistas se enojaron por la invitación a Mario Vargas Llosa para inaugurar la Feria del Libro. Gracias a esa pelea con el Gobierno argentino, ahora Vargas Llosa vendió un 40 por ciento más en ese país.

Bisagra Editores en Somos Empresa Huancayo.

sábado, 2 de abril de 2011

Mestizaje Enriquecedor



POR: JORGE SALCEDO.

Un convento de educandas en Soray (Concepción) cercano a Santa Rosa de Ocopa, dos adolescentes (una peruana la otra francesa) especialmente sensibles en la plenitud de su despertar sexual y el paisaje andino, cercado de alisos, quinuales y árboles de eucalipto; le sirven a Edgardo Rivera Martínez como telón de fondo en su tercera novela: “Diario de Santa María”, para dar algunas pinceladas más a ese mural del “mestizaje enriquecedor” que es la gran obsesión en todo su universo narrativo.

En un país fracturado como el nuestro en donde el racismo, la falta de identidad nacional y el “miedo al otro” se disparan en todas direcciones y en cualquier momento, la obra de Rivera Martínez aparece siempre como un saludable balón de oxígeno que nos dice que el feliz sincretismo entre el mundo occidental “criollo” y el mundo ¿netamente peruano? “andino”, sí es posible. La última de sus novelas: “Diario de Santa María” sin duda, no es la excepción. Y es que así como en “País de Jauja”, esta novela nos habla del encuentro entre dos mundos francamente enriquecedor de auto y retroalimentación.



El argumento en “Diario de Santa María”, creo, es simplemente un pretexto (porque la verdad, hay que admitirlo, en la novela no pasan muchas cosas que digamos, osea, las situaciones, las anécdotas que viven dentro del convento isabelino Felicia y Solange, tan trepidantes, no son) para que el autor discierna y se cuestione acerca de nuestra tragedia nacional, (lo de la falta de unidad e identidad, ya saben).

Y Edgardo Rivera se cuestiona bien. Incluso “Diario…” (que también es una novela de aprendizaje) puede leerse como una alegoría de lo que somos al fin y al cabo: una cultura en construcción con una herencia precolombina significativa, pero con un legado occidental (en la novela de Rivera ya ni siquiera hispánico) importante. Y así, por lo menos en el texto de Rivera Martínez, las protagonistas no se hacen “paltas”. Ambas, Felicia la peruana, y Solange la francesa, bien pueden leer y disfrutar versos de Safo, Rimbaud, los sonetos de Louise Labé, o escuchar Armida de Lully, como solazarse con Vallejo, Eguren, los yaravíes de Melgar, escuchar y cantar huaynos o bailar la tunantada, sin roche.

“Diario de Santa María”, creo, responde a las dudas del presente, de nuestro presente como país, o como nación más bien. En fin, Borges decía que no hay literatura que no sea fatalmente actual, y esta novela lo es.


Edgardo Rivera Martínez con Jorge Salcedo Juan Carlos Romero,editores de Bisagra y el empresario Willy Mateo Cisneros

viernes, 1 de abril de 2011

Bryce: dándole pena a la tristeza

Alfredo Bryce Echenique escribe la que podría ser su última novela: "Dándole pena a la tristeza", alejado de todo, en una casa de playa llamada Totoritas.

"Trabajo, como y duermo, sin una gota de alcohol”, ha dicho.
"No tengo proyectada otra novela. Nunca puede saberse con certeza, pero lo que sigue es el tercer volumen de mis antimemorias. El título viene de Quevedo: “Arrabal de senectud”. A eso me dedicaría después, finalizó

Hora Zero en tres voces: épica callejera y fractura de la palabra canónica

Dos de nuestros autores de Hora Zero participan en: Hora Zero en tres voces: épica callejera y fractura de la palabra canónica

Este 14 de Abril / 7 pm / Casa de La Literatura Peruana / Antigua Estación de
Desamparados. Jr. Ancash 207, Centro Histórico de Lima. / Hora Zero en tres voces: épica callejera y fractura de la palabra canónica. Lectura poética de: Jorge Pimentel, Tulio Mora y Eloy Jáuregui.

Hace 41 años, un grupo de escritores obligó a la sociedad peruana a mirarse en el espejo menos deseado por el sistema: el de las migraciones andinas a las grandes ciudades, el de la urbanización. Con proyección de fotos de Carlos “Chino” Domínguez, música de Arturo Ruiz del Pozo y producción del poeta Fernando Obregón, se dan tres exponentes de la pluralidad estética que caracteriza a Hora Zero.







Semana del autor: Oswaldo Reynoso

Del 26 al 28 de abril y del 24 al 26 de mayo se desarrollará un ciclo de conferencias llamado "El tesoro de la juventud" cuyo homenajeado será el maestro Oswaldo Reynoso



Martes 26 de abril
Lirismo y realismo. Sofisticación, lenguaje popular y experimentación del estilo en la obra de Reynoso.
Participantes:
Luisa Portilla. Catedrática de lingüística de la UNMSM
Jorge Eslava. Poeta y narrador.
Carlos Herrera. Narrador


Miércoles 27 de abril
Lima, la protagonista literaria. Cambios y excluidos de la Lima de los 60.
Participantes:
Jéssica Rodríguez. Catedratica de literatura de la Universidad Antonio Ruiz de Monyoya y ESAN.
Manuel Velásquez. Doctor en Literatura. Crítico literario.
Raúl Cachay. Periodista.



Oswaldo Reynoso con los editores de Bisagra.

Jueves 28 de abril
El grupo Narración. Rabia para cambiar el mundo.
Participantes.
Roberto Reyes Tarazona. Escritor. Integrante de Narración.
Agustín Prado, Crítico literario.
Javier Arévalo. Narrador


Martes 24 de mayo
Homoerotismo y goce de la piel. Gays, prostitutas y chibolos en la obra de Reynoso.


Miércoles 25 de mayo
Testigo en Tian’anmen: Los eunucos inmortales


Jueves 26 de mayo
Encuentro con el autor. Entrevista de panel.
Presentación de catálogo de la muestra