miércoles, 12 de enero de 2011
NOVEDAD 2011-"La soñadora..."
UNA NUEVA PUBLICACIÓN DE NUESTRO CATÁLOGO: BONUS TRACK...alternativos "La soñadora...y tres cuentos peregrinos más" de Roque García Ninasqui.
A continuáción, un adelanto:
Rolando Guisber, el chuncho charlatán
Caminaba un día sábado por la tarde, cerca del mercado modelo de la ciudad de Huancayo, cuando noté la presencia de mucha gente que estaban reunidas en la esquina formada por las calles Huánuco y Mantaro.
Me acerqué para ver lo que pasaba ahí. Se trataba de un nativo de la selva, que lucía una indumentaria llamativa. Llevaba una “cushma” color nogal, un collar de huayruros, un carcaj de flechas en la espalda; plumajes coloridos en la cabeza, su cara estaba pintada con achote. Unas rayas blancas en sus dos pómulos le cruzaban toda la cara. Su era melena larga y caminaba torpe y descalzo.
—Amigos yo ser y vener de serva peruana, yo traer esta pomara miragrosa, que contene sebo de curebra, otorongo, ragartos, charapa, yerbas como uña de gato y otros. Esta pomara cura doror de cabeza, doror cintora, doror espara, doror hueso, reumatismo, artretis. Para no andaro ayayau, ayayau, sobaro con esta pomara cuando “tata” carentaro, suraro y cuando suraro secaro con franera y toro sanaro.
De lo poco que pude entender, de la sarta de cojudeces que iba profiriendo, fue lo siguiente:
—Amigos yo soy de la selva peruana, vengo trayéndoles esta maravillosa pomada que contiene sebo de culebra, otorongo, lagarto, tortuga, yerbas curativas como uña de gato y otros. Esta pomada cura dolor de cabeza, cintura, espalda, hueso, reumatismo, artritis. Para no estar quejándose del mal, aplíquese con esta pomada a la parte afectada en pleno sol, hasta obtener la sudoración, luego séquelo con una franela, con este sencillo tratamiento aliviará sus dolencias con toda seguridad.
Estaba por retirarme, cuando, por un segundo, noté que el semblante del aborigen se parecía al de mi vecino.
Exclamé:
—¡No puede ser!, ¡no creo que sea él!, debe ser su doble. Mi vecino nunca ha tenido una cabellera larga, además, él habla correctamente el castellano. Este chuncho apenas se deja entender.
Mascullé en medio de toda esta gente que miraban y escuchaban atentamente la explicación sobre las bondades de la “pomada milagrosa”.
Decidí quedarme para observar en que terminaba todo esto. Luego de tanta explicación y siempre con sus expresiones mal dichas terminó:
—Muchos usteres pensando cuanto costaro pomara meragrosa, no preocopar valer
—¡Quén dejo por ahí! ¡Dos para el senora!, ¡Oto para la cabarero!
Muy contento de sí mismo el selvático atendía con celeridad el pedido del público.
Ni bien terminó de vender la última “pomada milagrosa”, ordenó sus cosas, tomó su maletín y se puso a caminar tal y como estaba vestido por la calle Cajamarca.
Para salir de mis sospechas, seguí sus pasos hasta que entró a un hotel de la calle Piura. Me encontraba agazapado en un rincón esperando que salga en cualquier momento, y como nunca salió, opté por retirarme. En ese instante, salió un tipo vestido con un terno azul oscuro, camisa blanca, encorbatado y con un sombrero de paño color negro. Al acercarme reconocí que se trataba de mi vecino Rolando Guisbert, quién sorprendido me llamo y me dijo.
—Oye chiquillo, ¡Ven aquí!, ¿Por qué vienes siguiendo mis pasos?, ¿tu eres curioso no? Incluso te vi entre la gente que me espiabas en plena venta de mi mercadería.
No entendí. Mi vecino siguió con su reprimenda.
—Eres cojudo o qué ¿piensas que no te conozco?
Recién todo fue claro para mí. En ese momento, me explique porque en esa imperceptible fracción de segundo, me pareció que al chuncho lo había visto en algún lugar. Y es que sí le quitabas el maquillaje nativo, la cushma y las plumas que adornaban su cabeza, me di cuenta que el producto final, sin dudas, resultaba siendo mi vecino Rolando Guisbert.
Me quedé pasmado, en silencio. No sabía que decir, se me hizo un nudo en la garganta, sentía que mi corazón me apretaba por el miedo.
—No te preocupes chiquillo, en cuanto a mí te diré que me dedico a la venta de medicamentos para aliviar los males que le aqueja a la gente más necesitada. ¿Quieres ganarte unos soles?
Como vivíamos en la misma quinta de la calle Arequipa del distrito de Chilca, observaba con frecuencia sus actividades cotidianas, sobre todo, porque yo era amigo de su único hijo Lucho, un niño de 13 años con ojos de tiburón.
—¿Qué tengo que hacer?
—Ya te contaré, por el momento, guárdame el secreto.
Un día a la salida del colegio, Lucho que contó algo que ya intuía. La “pomada milagrosa” en realidad la fabricaban ellos mismos; y no como su padre hacía creer a la gente, que las pomadas eran preparadas por las manos expertas de los “apus” o curanderos de la selva.
Ahora me explico porque la esposa de mi vecino iba al mercado Modelo, todos los días, a comprar varios kilos de sebo de res. Lucho me reveló el proceso: sacaban todas las fibras del sebo, para luego desmenuzarlo. En seguida, ponían un poco de agua en un fogón, en el primer hervor se agregaba las hojas de eucalipto, molle y chillka, al cabo de unos cinco minutos, extraían todas las hojas para agregarle ron de quemar, luego deslizaban algunas gotas de aceite de lagarto para finalmente batirlo todo, de rato en rato, hasta que se enfríe y quede suave y cremosa. Una vez terminado el proceso, se ponían a envasar la pomada en unos botecitos que adquirían por cientos.
Un día viernes por la tarde, después de la salida del colegio, me encontraba parado en el zaguán de la quinta donde vivíamos, cuando vi acercarse de repente a don Rolando.
—¡Oiga chiquillo! ¿Recuerdas que te dije que si querías ganarte una propina?
—Por supuesto don Rolando, para que soy bueno.
Sacó de su bolsillo una cajita de fósforos, en el interior, vi unas piedrecillas brillosas rojizas, verduscas y azuladas. Me dijo que necesitaba una docena con las mismas características, y que las iba a encontrar en las riveras del río Mantaro.
Por el trabajo me extendió una moneda de 5 soles, que pulverice en menos de dos horas.
Al llegar a la rivera del río me di cuenta que la tarea no iba a ser tan fácil como yo lo había planeado. Pasé gran parte del día reuniendo y comparando piedrecillas, seleccionado y descartando lo que no me servía. Cuando tuve todo listo, decidí regresar.
Al retornar entregué el encargo. Don Rolando lo vació en la palma de su mano, observó detenidamente las guijas, esbozó una sonrisa y con los ojos chispeantes me dijo:
—¡Muy bien muchacho!, todo está bien, cuando necesite darte otro encarguito voy a pasarte la voz.
En ese entonces, vivía sólo. Mis padres vivían en Huancavelica. De vez en cuando, acostumbraba a almorzar en una vivandera que tenía un puesto de comida en el mercado modelo cerca a la sección de pescados. Fue ahí cuando me topé de nuevo con el chuncho que esta vez estaba acompañado por su traductor.
¡Señores!, pocos de ustedes habrán podido entender lo que acaba de explicarnos, aquí nuestro amigo “chuncho”, explicaba el traductor, considero necesario ahondar un poquito más para que conozcan el valor curativo de esta pomada.
Él, continuaba el interprete, manifiesta que esta maravillosa pomada es elaborada por los más experimentados “apus” de la montaña, expertos y conocedores de las propiedades curativas de grasas de diferentes reptiles como las culebras, lagartos, tortugas y otros animales como sacha vaca, oso hormiguero, puerco espín y muchas plantas curativas, muy eficaz por cierto para combatir dolor de huesos, lumbago, especialmente para aquellas personas que padecen la terrible enfermedad del reumatismo y artritis.
¡Cuánto vale!, ¡cuánto cuesta!, ¡no se preocupen amigos!, el valor es ínfimo, solamente tres soles por unidad y dos por cinco soles, aproveche amigo, esto no ocurre todo los días.
La gente, como la primera vez, se abalanzaba sobre los frascos. Finalmente, después de haber vendido la última pomada el intérprete profirió:
—¡Oigan!, ¡oigan!, ¡amigos!, por favor no se retiren todavía. Ahora viene lo más importante. ¡Escuchen! Este amigo selvático, natural de la comunidad de los “Shipibos”, aparte de la maravillosa pomada que acaban de adquirir, nos ha traído esta vez, unos “talismanes” de poderes sobrenaturales, solamente para aquellas personas inteligentes que quieren cambiar su destino.¬ Amigos, este talismán, elaborado por los más destacados curanderos de nuestra selva contiene semillas de unos árboles sagrados llamados “cuti”, “qasi”, “huayruro”, y lo más extraordinario, viene acompañado de una poderosa piedrecilla extraído del cráneo de las culebras más venenosas como las víboras, crótalos, que existen en nuestra selva. Es necesario que ustedes sepan que al sacrificar a estos animales, lo primero que hacen ellos, es sacar la cabeza, para luego escudriñar minuciosamente dentro del cráneo hasta encontrar este talismán. ¡Amigos!, no todos estos reptiles poseen esta maravillosa “piedra de la suerte”
A continuación sacó de su maletín un pequeño azafate, encima puso unos quince talismanes, que eran unas bolsitas minúsculas hechas a base de una franela roja de cuatro centímetros por lado, en la parte céntrica de cada bolsita se notaba una cruz bordada con hilo amarillo.
Caminó por todo el espacio del redondel, mostrando los talismanes al público, y dirigiéndose a una señora le dijo.
—Señora, por favor tenga la amabilidad de sacar un ejemplar, cualquiera de ellos. La señora un poco nerviosa sacó una de estas bolsitas, y le entregó al traductor. Éste desató la costura con sumo cuidado, vació el contenido en el azafate y comenzó explicar diciendo:
—Esta semilla se llama “cuti”, este otro es “huayruro”, esta pequeña cruz está hecha del tallo de “qasi” y ésta otra es la famosa piedra que algunas culebras llevan dentro de su cráneo como estuve explicando antes. Estos cuatro elementos que contiene el talismán son un amuleto poderosísimo que le traerá mucha suerte en su trabajo, negocios y ahuyentará incluso los maleficios. Para que todo esto sea una realidad, lo único que les recomiendo es tener una fe inquebrantable. El precio en el que lo dejaremos ahora es casi simbólico. Normalmente cuesta no menos de cincuenta soles, pero por esta única vez, ponemos a su disposición cada talismán a solo quince soles. Ojo, los beneficiados serán solamente catorce personas, no contamos con más.
La escena que sigue a continuación es predecible. Las bolsitas desaparecieron en un instante.
Afortunadamente, en el fragor de la venta, yo también alcance a comprar la última bolsita que quedaba con la esperanza de que la Juanacha, tan esquiva ella, al fin, me haga caso.
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